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Cuidarme no es egoísmo

Autocuidado, empatía y sororidad feminista

El derecho a cuidarnos

Desde pequeñas, a muchas mujeres nos enseñan que nuestro tiempo, energía y cuerpo deben estar al servicio de otras personas. Cuidar es una acción que se nos exige sin límites en diversos espacios, como la familia, el trabajo o la comunidad. Sin embargo, pocas veces se nos enseña que también tenemos derecho a cuidarnos. El autocuidado ha sido visto como un privilegio o un acto egoísta, cuando en realidad es un derecho y una necesidad básica. Ejercerlo, tiene más carga política de la que pudiera pensarse.

En el feminismo, el autocuidado es una forma de vivir en un sistema que nos quiere cansadas, disponibles y desconectadas de nosotras mismas. Es decir: también merecemos descanso, ternura, escucha, salud y alegría. En contextos donde las violencias patriarcales atraviesan nuestra cotidianidad, cuidar de nosotras mismas no solo es válido, sino urgente. No se trata de pensar en el autocuidado como algo separado de la vida, sino como una manera de vivirla con conciencia, dignidad y compasión.

Desde GESMujer, hemos sostenido que el autocuidado no se improvisa: se aprende, se practica, se comparte y se defiende. Como lo señala nuestra Guía feminista gozosa y sin culpa, cuidarse implica reconocer que merecemos tiempo y espacio para nosotras sin tener que justificarlo. Implica también desarmar la culpa que nos persigue cuando priorizamos nuestro bienestar. El autocuidado no es un premio por haber hecho todo “bien”, es un derecho que debe ejercerse sin miedo ni vergüenza. Y, sobre todo, es una semilla que puede transformarlo todo.

Empatía por una misma

Cuidarse implica detenerse a escuchar lo que sentimos. Y eso, aunque parezca sencillo, no siempre lo es. Muchas veces nos hablamos con dureza, nos exigimos más de lo que podemos dar y nos culpamos por no ser todo lo que se espera. El mandato de ser mujeres fuertes, disponibles, responsables y emocionalmente estables es una trampa: nadie puede con todo. No hay fortaleza posible sin descanso, sin pausa, sin empatía.

La empatía por una misma es la base del autocuidado emocional. Es la capacidad de reconocer lo que sentimos sin juzgarlo. Es decir: está bien sentirse cansada, triste, frustrada, desbordada. Validar esas emociones, permitirnos nombrarlas y buscar acompañamiento son actos profundamente reparadores.

Cuidarse emocionalmente no significa alejarse del mundo, sino construir
espacios donde podamos mostrarnos sin máscaras, con confianza y sin culpa.

Hablar de lo que sentimos, pedir ayuda, establecer límites claros y respetar nuestros tiempos son acciones que pueden cambiar nuestra forma de estar en el mundo. Por eso, cultivar una relación compasiva con nosotras es el inicio de una transformación profunda. Una que empieza en el cuerpo, en la emoción, en la palabra, y que puede florecer también en colectivo.

Cuidado colectivo: sororidad que sostiene

Aunque el término “autocuidado” suele remitirnos a lo individual, en realidad, pocas veces podemos sostenernos solas. El cuidado colectivo se trata de construir redes, espacios seguros, sororos, solidarios y afectivos donde podamos acompañarnos sin juicio ni competencia.

El cuidado colectivo no es algo nuevo, aunque hoy lo nombremos con más fuerza. Ha existido desde siempre en las prácticas comunitarias, en las redes entre vecinas, en las amistades que no sueltan, en las familias que se reinventan.

La sororidad es esa alianza entre mujeres que parte del reconocimiento mutuo, del deseo de acompañarse, y representa una de las formas más poderosas del cuidado colectivo. No basta con cuidarnos solas si seguimos en entornos que nos agotan o nos violentan, necesitamos construir comunidades que abracen el descanso, el placer y la dignidad como parte de la vida.

Cuidarse sin culpa es una forma de afirmar que nuestra vida vale. Que merecemos sentirnos bien, que el bienestar no es un lujo y que el descanso no necesita ser justificado. Cuando aprendemos a cuidarnos con libertad, también abrimos camino para que otras puedan hacerlo.

En la Guía feminista gozosa y sin culpa, proponemos prácticas concretas para cuidarnos desde la conciencia y el placer: desconectarnos del celular cuando lo necesitemos, respetar nuestras necesidades físicas, emocionales y mentales, permitiéndonos momentos de gozo sin sentir que debemos compensarlos con productividad.

Desde el GESMujer Rosario Castellanos, afirmamos que los vínculos pueden transformarse cuando están basados en la empatía, el respeto y la escucha. Los espacios de mujeres pueden ser territorios de reparación, donde es posible ser, sentir, pedir y dar. Y en esos gestos compartidos, el autocuidado deja de ser un acto individual y se vuelve una experiencia común, entretejida con las vivencias de otras mujeres.

Sabemos que las actividades diarias pueden ser abrumadoras y desgastantes. Por eso, hoy queremos recordarte la importancia de escuchar a tu cuerpo y cuidarte. Para acompañarte en este camino, ponemos a tu disposición la Guía de Autocuidado, disponible de manera gratuita en el siguiente enlace: https://www.gesmujer.org/sitio/guia-feminista-gozosa-y-sin-culpa/?v=6ee8cb899cf7

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